El impacto del estrés postraumático derivado de experiencias de violencia se manifiesta en la salud cardiovascular de las mujeres, según una investigación publicada en la revista Circulation.
El estudio, desarrollado a lo largo de dos décadas, revela que quienes atravesaron episodios de acoso o requirieron una orden de alejamiento tienen un mayor riesgo de sufrir infartos y accidentes cerebrovasculares frente a quienes no vivieron estas situaciones.
Estrés postraumático, un mecanismo subestimado para el riesgo cardiovascular
El estrés postraumático tras episodios de violencia o amenaza permanece activo a través de síntomas como angustia psicológica, hipervigilancia y trastornos del sueño, según estos expertos. Este estado de activación prolongada altera el sistema nervioso y el correcto funcionamiento de los vasos sanguíneos. El estudio apunta que “la sensación de inseguridad puede afectar tanto al cuerpo como a la mente”, en palabras de Harmony R. Reynolds, profesora de cardiología en la Universidad de Nueva York.
La investigación publicada coincide con evidencias previas sobre el vínculo entre experiencias de estrés vital extremo y deterioro de la salud cardiovascular, y resalta el efecto duradero que puede tener la violencia ejercida sobre las mujeres, ya sea directa o indirectamente.
El acoso como origen de ansiedad persistente
El acoso figura entre las formas más frecuentes de violencia interpersonal. Según los datos nucleados por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, una de cada tres mujeres experimentó acoso en algún momento de su vida. No todas las situaciones suponen contacto físico, pero sí generan una percepción de peligro constante y obligan a cambios drásticos, como mudanzas o restricciones en la vida cotidiana.