La hipertensión arterial (HTA) sigue siendo uno de los mayores desafíos de salud pública en el mundo, y la Argentina no es la excepción. Estudios recientes señalan que hasta un 40% de los adultos en el país padecen presión arterial elevada, y alarmantemente, aproximadamente la mitad de ellos desconoce su condición.
Entre los que reciben tratamiento, solo una minoría logra mantener los valores de presión dentro de los rangos saludables. Esta situación revela una falla significativa en la detección, diagnóstico y control de la hipertensión, una enfermedad que actúa de manera silenciosa, pero que provoca daños severos en órganos vitales como el corazón, el cerebro y los riñones.
La HTA se caracteriza por la presencia de valores de presión persistentemente mayores a 140 de máxima y/o 90 de mínima (lo que habitualmente conocemos como 14/9).
Cuando los registros están por encima de estos niveles la mayor parte del tiempo, se considera al paciente hipertenso independientemente de que los supere por mucho o por poco. La enfermedad puede desarrollarse en cualquier etapa de la vida, incluso en la infancia, pero la prevalencia aumenta con la edad. A tal punto que a partir de los 65 años llega al 70%.
El método más utilizado para medir la presión arterial es el llamado auscultatorio, basado en un manguito inflable que interrumpe momentáneamente el flujo sanguíneo del brazo mientras el profesional escucha los sonidos que indican la presión sistólica y diastólica. Sin embargo, investigaciones del Departamento de Ingeniería de Cambridge demostraron que este método subestima de manera sistemática la presión sistólica, mientras que sobreestima la diastólica.